domingo, 17 de febrero de 2013

Leviatán o la ballena




Hacemos cosas sin atender a una razón concreta. Son meros caprichos que nos concedemos en una sociedad reglada y procedimentalizada, quizás como revulsivo a la atonía que se impone en esta. Una fría tarde de Navidad me hallo paseando por una extensa librería de mi ciudad –extensa en términos cordobeses- y me desplazo, como hago siempre, de oeste a este por la estancia forrada de estanterías con libros: de la sección de literatura clásica hasta los ensayos. La librería no guarda un orden definido: podemos encontrar los mismos clásicos, pero de editoriales de renombre, nada más entrar.
En los ensayos, la parte más descuidada de la tienda, había solo dos ejemplares de un ensayo sobre ballenas. “Leviatán o la ballena” de Philip Hoare. Primero podría pensarse que ese libro está ahí por error: unas baldas más arriba hay ejemplares de “El contrato social” de Rousseau, una Enciclopedia de la filosofía occidental y similares. Solo ayudan a seguir inspeccionado el ejemplar el dolus bonus que se anuncia en la propia portada: “Premio BBC Samuel Johnson al mejor libro de no ficción”, “Un libro imprescindible” dicho por Fernando Savater y otras loas de Antonio Muñoz Molina y Alex Ross. El precio ronda los 25 euros, suficiente para espantarme, y la temática no suele entrar en mis lecturas. Además, tengo los libros de Mo Yan, último premio Nobel, a solo unas estanterías de distancia, y si me apuráis, cientos de lecturas pendientes para mi deficiente formación autodidacta: desde “El ser y la nada” de Sartre hasta “El capital” de Marx. Y ni que decir tiene que en mi casa me espera, inmaculado y aún por abrir, “El retrato de Dorian Grey” de mi querido y sarcástico Wilde y “El niño del pijama a rayas”, eso sí, en inglés, junto a una selección en ese mismo idioma de relatos de Roal Dahl. Nada, apenas.
Por azares del destino, y con una convicción casi fanática de que no iban a escogerlo, incluí ese libro en la lista que elaboro para que me regalen el 6 de enero. (Lo único que pido en realidad, aunque siempre cae algo más). Estaba convencido de que Mo Yan prevalecería. El 6 de enero, sus Majestades de Oriente me honran con “Nueve cuentos” Salinger y “Leviatán o la ballena”. Ni rastro de Mo Yan. “La literatura oriental puede esperar” parecían decir sus altezas, cuando irónicamente hacen su viaje desde Oriente.
Terminé de leerme “El invierno del mundo”, -iba a hacer reseña, pero ¿para qué? Sigue siendo tan maniqueo y patético como el anterior- y comencé con este. Brutal y sugestivo. No es una historia; es un todo. El único hilo conductor de la historia es la ballena considerada en sí misma. El mundo se abstrae y se focaliza en el inmenso mamífero. Hoare logra que esos animales, que nos provocaban una mezcla de lástima, diversión e indiferencia, se revelen en todo su esplendor. Narra magistralmente la lucha titánica de estos colosales cetáceos con la Humanidad, y su aporte al desarrollo y configuración de Occidente.
¿Historia, literatura, economía, biología? Nos debería de dar igual. No cojamos este libro para aprender sobre cetáceos. Hoare no es ni historiador, ni filólogo, ni economista ni biólogo. Su escrito procede de su amor por estos animales. Una escritura sugestiva, cruda a veces, narrativa y objetiva cuando debe serlo. Sin hilo. Partimos de las características biológicas de la ballena –su fisonomía, sus especies, sus “clics”, sus cabezas llenas de esperma- para indagar en la relación de Melville con los cetáceos y saltar a cualquier parte del mundo donde estos cetáceos fuesen cazados. Mágicamente nos desplazamos de una colonia de cuáqueros hacia las inmensas fábricas de matar flotantes que fueron los balleneros del siglo VXIII, y damos un salto en la Historia para ver los vestigios de la caza de la ballena en la actualidad.
Podría deshacerme en halagos, pero no sería desde luego imparcial. Es un libro maravilloso que merece la pena ser leído. Con una prosa formidable –sugestiva, como he repetido ya mil veces- más que leer nos va a parecer flotar en un océano de líquido amniótico donde las ballenas, el capitán Ahab y los balleneros japoneses desarrollan una mágica danza ante nuestros ojos, todo para demostrar la brutalidad del ser humano con la naturaleza, en este caso, con estos animales antediluvianos que se nos descubrirán mucho más maravillosos de lo que jamás osamos a pensar.

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