sábado, 6 de agosto de 2011

Internet everywhere

Estamos ante una nueva generación de móviles, esos omnipresentes aparatos en nuestra vida cotidiana que nos mantienen a todos conectados y unidos desde los albores del siglo XXI. Los móviles han ido evolucionando hacia minicomputadoras personales, con tecnología futurista (en el 2006 todos flipábamos con lo táctil y lo extraplano), convirtiéndose en frívolos almacenes de personalidad con el fin de fardar ante tus amigotes y las chicas (y por supuesto hacer llamadas, mandar SMS y llevar música).
Ahora, esta nueva generación incluye móviles con internet las veinticuatro horas del día. Puedes conectarte en cualquier lugar y a cualquier momento, pues siempre tendrás internet. Tuenti, Facebook, Twitter y demás ilimitado para cientos de jóvenes que posean Blackberry, Galaxy o derivados. O que acceda a una red wi-fi. El entretenimiento perfecto para las clases aburridas, para pasar el rato en el autobús, para saber en todo momento dónde y qué hacen tus amigos y para poco más. Esto me crea la sensación de vivir en un mundo orwelliano postmoderno bastante chungo, donde en todo momento pueden saber qué hago o qué pienso. Afortunadamente, solamente cuando yo lo diga en mi Tuenti o Twitter, así que de momento no deberé doblepensar.
Las situaciones que ahora se crean con la omnipresencia de la red de redes en nuestras vidas son curiosas; un niñatillo pijo puede escribir, con su pésima ortografía influenciada además por el alcohol, la peasho fiestahh k se a pegao con sus ermanoss en torre laverah, escrito en el acto, en ese mismo momento en que apenas puede coordinarse para guiar el táctil por la pantalla de su Blackberry, mientras otro colega está vomitando al lado suya y dos amigos se lían entre los juncos de la playa de una tranquila localidad costera del Mediterráneo.
Esta inmediatez da miedo, pero es el producto de una sociedad más pegada a la pantalla (de lo que sea) que otra cosa. Porque hay que hablar después del rosario de fotografías que llegarán a la red social, borrosas, sin sentido, sacadas a lo más mínimo que se mueve, como a las botellas de alcohol o a unas chancletas abandonadas, con todos los asistentes al botellón playero etiquetados en dicha foto, que quedarán entre las miles y miles de ese chaval, entre las fotos en su patio de recreo y sus fotos de quedadas, almacenadas en esta realidad de la que mucho desconocemos que es Internet.

No hay comentarios: