viernes, 31 de diciembre de 2010

Finalizando una década

Bueno, hemos llegado a este punto donde se acaba la década. Comienzan los años 10 de nuestro siglo, que se verán lastrados por todo lo ocurrido en esta década ya finiquitada. Recordemos que esta década comenzó con la amenaza del terrorismo islámico por el lejano, pero de vigente, recuerdo de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York. Continuamos con la invasión de Afganistán e Irak, lo que hizo aumentar la tensión entre la cultura occidental e islámica. Esta tensión salpicó a España con los funestos atentados del 11 de marzo de 2004. Actualmente, Occidente sigue en postura beligerante contra el mundo islámico, en una guerra que no tenemos tan claro que vayamos a ganar.
Aparte del terrorismo islámico, esta década nos ha dejado grandes noticias en economía. China comienza a descubrirse como toda una potencia económica, despojando a los Estados Unidos la supremacía que llevaba ostentando desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Europa ha ido avanzando hacia una auténtica comunidad, ampliando sus miembros y creando la moneda única. También es destacable la votación a la Constitución Europea. Y ni hace falta mencionar la grave crisis económica que nos está azotando en estos momentos, sobre todo a España.
La década pasada ha servido para atar los problemas del convulso siglo XX, y para sentar los cimientos de lo que queremos pintar como un brillante. El problema de las energías, el medio ambiente, los fanatimos, la desigualdad, la superpoblación...todos estos bretes han de ser resueltos, y estamos plantando las semillas para ello. Porque de nosotros depende un brillante futuro, donde seamos capaces de resolver e incluso evitar conflictos mediante el uso de la técnica y la dialéctica o vivamos en un futuro donde la miseria y la destrucción campen a sus anchas.
También es probable que las máquinas se revelen y un grupo de valientes luche contra un potente superordenador que domina las redes de defensa mundial, con armas nucleares, y nos veamos obligados a pelear por un bidón bidón de combustible que...
¡Feliz 2011, puñetas!

viernes, 24 de diciembre de 2010

Feliz Navidad

Feliz Navidad a todos, a los católicos y paganos (ardereis en el infierno), y que Papá Noel os traiga regalos (pero pocos y baratos, hay que dejarle el negocio a los Reyes Magos.
La postal de Navidad de mi colegio

domingo, 19 de diciembre de 2010

Grindhouse


En Estados Unidos se estrenaron juntas, aquí nos dieron por saco

He visto por separado, gracias a las distribuidoras españolas, "Grindhouse", homenaje de Tarantino y Rodríguez a la caspa. El resultado es un sabor agridulce, al tratarse de, lo que en teoría debía de ser, una sesión doble en un cine cutre.
Voy a analizarlas por separado, aunque bien claro dejo que esta muchísimo mejor la del señor Rodríguez que la de Tarantino, pues para mi gusto este último ha hecho su peor película, aunque esta sea una ida de pinza/homenaje al cine casposo de los 70 y 80.
La película de Robert Rodríguez, Planet Terror, es sencillamente espectacular. Los cutre-efectos le dan puntos a la película mas que quitárselos, a diferencia de lo que debía de ocurrir en las originales. Planet terror es una orgía de chicas (auqnue prácticamente nos centramos en Rose Macgowan, increíble), zombies y mucha sangre-tomate frito.
No hay originalidad de argumento, no hay reflexiones vitales (Romero y su "hombre es un lobo para el hombre" sacado de Hobbes no tiene cabida aquí) y todos los personajes son planos planísimos, puesto que es la parodia de una película mala, pero entretenida y divertida, llena de gore. Además, Tarantino protagoniza un cameo digno de ser mencionado.
Planet Terror es, por lo tanto, una divertida película de zombies sin pretensiones, cuyo visionado queda obligado para los amantes del gore y los zombies.

Luego, tenemos "Death Proof", la película rodada por Tarantino. Quizás, por su temática, Tarantino tenía más complicado sacar algo de la película, pues trata un psicópata que asesina con su coche blindado de doble de cine a muchachas jóvenes. Nunca he tomado a Tarantino por un genio, simplemente por un ido de la cabeza que sabe hacer cine correctamente, y son sus paranoias las que le dan el interés a sus películas. No obstante, en esta película esa ida de pinza se queda simplemente en el argumento, y casi no afecta a la trama. La primera mitad de la película puede ser soportable; las conversaciones de las lagartonas son inaguantables, pero como es novedad mantiene un mínimo interés. Luego está el personaje de Kurt Russell, enigmático e interesante durante esta primera mitad. No obstante, Tarantino hace una película simétrica, por lo que la segunda parte es exactamente igual que la primera: conversaciones entre las lagartas pero sin magnetismo de Rusell, que casi no aparece, por lo que puedes ir echando una cabezadita. La película remonta, casi se encabrita, en un precipitado final, y casi suspiras de alegría cuando ves los créditos finales, en una de las películas más aburridas y lentas de Tarantino.
Solamente la salvo por la ingente cantidad de bellezas que desfilan por la pantalla y el erotismo que destilan.

Como crítica conjunta a las dos películas, veo una parada obligada en pequeños detalles que hacen que encumbre en mi Olimpo particular a Planet Terror y no vomite sobre Death Proof. El primero de todos, es la incorreción del celuloide, que hace que ambas películas parezcan antiguas y gastadas. Rodríguez maneja este efecto justo cuando se van a producir acontecimientos, así que las escenas de acción y terror se ven más quemadas o gastadas que el resto del metraje. Tarantino usa cortes y quemaduras en efecto descendente (casi como el interés de su película), desapareciendo al final. No obstante, Tarantino incluye los rayajos y quemaduras al azar, dando un efecto más purista.
Otro punto curioso es el eclecticismo temporal en ambas películas. Ambientes, ropa y vehículos más propios de los 70 y 80 mezclados con móviles, referencias a videojuegos y situaciomes políticas actuales. Esto desconcierta y divierte al espectador a la vez, y parece sumergirnos en los 70 de una forma poco chocante.
Los anuncios del "falso cine" que incluye Grindhouse casi que merecen un análisis aparte, con falsos tráilers y publicidad, pero puesto que me las he visto en DVD por separado, no puedo fiarme de si los he visto todos.
La BSO de las películas es estupenda; la de Robert Rodríguez usa un único tema, repetido infinidad de veces con diferentes instrumentos, con gran acierto. Tarantino nos pone, una vez más, alguna de sus canciones pasadas de moda favoritas en alguna parte de la película; yo elijo la de los créditos finales.



miércoles, 8 de diciembre de 2010

Historia a trozos 2

Dejamos a nuestros amigos los soldados peleándose, mientras el chico y la mujer estan completamente desorientados.


El chico granujiento seguía con la cabeza gacha, absorto en sus pensamientos. La mujer prestaba atención a la conversación, mientras que el otro joven continuaba impertérrito.
Los dos soldados continuaron la conversación:

-Estamos muertos, de eso no hay duda. Yo recuerdo el cañón de la pistola en mi boca. ¿Y a ti que te pasó, te resfriaste en la estepa, iván?

El ruso recordaba sus últimos momentos, acosado por la aviación alemana, tras varios días sin comer, decidió apoyar el cañón de su fusil contra la sien y disparar. Luego apareció en ese extraño lugar. No obstante, no quería que el alemán supiese demasiado.
-Sí, yo también estaré muerto. Es lo que pasa cuando eliges este oficio.
El joven granujiento levantó la cabeza y dijo:
-¿Por qué hemos acabado aquí?
-Si, porqué. Y además, un grupo tan variopinto de personas. Tu y la mujer sois estrafalarios-dijo el alemán.
El chaval pensó que ni en la muerte se podría librar de los insultos y vilipnedios. Bajó la cabeza y comenzó a llorar.
Observaron al otro joven, que seguía sin cambiar la expresión, ni un solo cabello se había movido del sitio. Seguía mirando a la nada. Todos se le quedaron mirando, excepto el chaval de diecisiete años. Cuando dejaron de prestarle atención y se giraron, sólo dijo una palabra:
-Suicidio.
Todos le miraron extrañados. No parecía que él hubiera pronunciado aquella palabra, puesto que seguía igual. El alemán rompió el silencio:
-Yo me voy de aquí, diga lo que diga nuestro amigo iván. Quien me quiera acompañar, que lo haga.
-Yo te seguiré, te lo aseguro-dijo el ruso-no voy a dejarte sin vigilancia.
La mujer se levantó y se fue para el alemán. El joven granujiento la siguió con la mirada, y se situó a escasos pasos de ellos. El otro joven no cambió ni la expresión ni la postura.
-Adelante-dijo el alemán-en línea recta llegaremos a algún sitio.
Comenzaron a andar. El ruso seguía desconfiado al alemán. La mujer iba tras el ruso, sin prestarle atención. El joven, temeroso, seguía a la mujer a cinco pasos de distancia. Andar por ese lugar era desalentador: no tenían la sensación de avanzar. El único punto de referencia era el joven que habían abandonado, que ya lo habían perdido de vista. Podrían llevar siglos caminando, pero no se cansaban. No había cambios en la luz, estaban continuamente en suspensión sobre aquel color opaco y neutro, aunque sus pies tenían la sensación de tocar un suelo pulido. Marchaban sin cesar, ni el hambre ni el cansancio les acechaba, tampoco tenían sueño ni necesidad alguna. Con la paciencia agotada, el ruso exclamó:
-¡Basta! No tenemos ninguna forma de adivinar cuánto tiempo llevamos caminando, pero esto marcha es estúpida, y más aún su cabecilla. Podríamos continuar hasta...
-¿Hasta dónde, iván? Llegamos al acuerdo de que estábamos muertos. ¿Qué sucederá tras la muerte?-dijo en tono burlón
-No soy teólogo, pero no creo que nada más.-suspiró.
Se divisaban formas. No podría decirse dónde estaban: carecían de puntos de referencia; quizá eran humanos a lo lejos, o enanos que rozaban las puntas de sus zapatos. El ruso y el alemán empezaron a gritar, pero parecían no escucharles, o quizás no quisieran. Aquella hilera de seres, de los que apenas se distinguía su forma, caminaban a un paso lento y calculado, como soldados. El ruso se sobresaltó cuando algo de rozó el hombro: una mujer pasó a su izquierda. Su cabello castaño se dejaba caer en una melena sobre los hombros. Lleva un vestido que contrastaba con su pálida piel.
El ruso se adelantó a agarrarla, pero la mujer, con un rápido movimiento de hombros, se zafó de él, y continuó su camino hacia la nada. Observaron cómo iba desapareciendo.
-Me desconcierta-dijo el alemán-deberíamos sentarnos y pensar qué vamos a hacer.
-Creo que será lo mejor.-cuando dijo esto, el joven granujiento volvió a sucumbir al llanto, y el ruso gritó-¡te vas a callar ya! No sé de donde has salido, ¡pero eres insoportable! Odio este sitio,¡y os odio a cada uno de vosotros! ¡Odiaría algo más si no es porque estoy sumido en la nada!-estaba rojo de ira, con los puños apretados. Se sentó en el suelo. El alemán hizo lo mismo. El joven hipaba y sollozaba, con la cara roja. Bruscamente se levantó, y gritó, no a nadie, si hubieran estado en algún sitio concreto habrían dicho que era un grito dedicado a los árboles del lugar, o a las montañas, pero en grito en ese sitio sólo podía ir dirigido a la nada.
-¡Me suicidé para librarme de gente como vosotros! Me odiaba, odiaba a los demás, odiaba todo lo que rodeaba. A todo le tenía pavor y pánico; no salía de mi casa, nunca tuve amigos. ¡Me quité la vida para escapar de ella, no hubiera esperado nada, me gustaría haber desaparecido, acabado! Y, por fín que decidí a hacer lo único bien que he hecho en mi vida, que fue despojarme de ella, se me vuelve contra mí. Vuelvo a encontrarme la misma mierda, los mismos hijos de puta en todos lados: mi escuela, mi instituto... y en la muerte. ¿Ahora qué hago? ¿Vuelvo a suicidarme? ¡Todo es un completo desastre!-se derrumbó en un conjunto de balbuceos y lágrimas. Este discurso agotó la paciencia del ruso, que rápidamente golpeó al muchacho en el suelo. Los golpes y las patadas caían en su cuerpo, hecho un ovillo, pero el joven no parecía darse cuenta: en aquel lugar no existía el dolor físico, sólo paranoia, depresión, ansiedad... El alemán separó al ruso; no era un acto de piedad sobre el pobre joven, sino un acto de poder: quería demostrar quién mandaba en aquel extraño lugar. Ante el poder absoluto sobre aquel estúpido adolescente y la pálida mujer sólo se oponía aquel bolchevique envuelto en su abrigo verde guateado. El ruso, no obstante se zafó, e inmediatamente comenzó a golpear al alemán. Enzarzados en aquella pelea, observaron que no podían hacerse daño: no existía el dolor. Pararon, confundidos. La violencia no podría solucionar ningún problema en aquel lugar. La violencia habría acabado, al menos temporalmente, con la pelea de aquellos hombres, pero no fue así.
Contrariado, el alemán se separó del grupo, y se perdió. El ruso miró con desprecio al chico, comprendió que no solucionaría nada en aquel lugar golpeando a ese patán, y se sentó. La mujer observó aquella escena, sin atreverse a hacer nada. Los balbuceos del chico continuaban, y la ira del ruso iba en aumento.
-¿Y tú, estúpida?¿Piensas hacer algo o simplemente seguirnos infinitamente?-la mujer no respondió, pero miró al ruso. Está bien-dijo el ruso-no contestes, no vas a clarar nada. Hubiera sido mejor haberse podrido en algún campo de concentración.
-Hubiera sido mejor para todos-lo interrumpió el joven.
El ruso contrajo la cara, pero no dijo nada. Se levantó y se marchó, dejando la joven y a la mujer solos. La mujer miró al joven, fue a abrir la boca, pero no salió ningún sonido.