martes, 3 de mayo de 2011

Lecturas de Literatura Universal

Son siete clásicos, siete grandes obras de la Literatura Universal; todas le sonarán a una persona con un mínimo de cultura: El Decamerón, de Boccaccio, Romeo y Julieta, de William Shakespeare, Werther, de Goethe, El jugador, de Dostoievsky, La metamorfosis, de Kafka, Las flores del Mal, de Baudelaire y El Guardían entre el Centeno, de Salinger. Todos los aquí puestos son genios, o como mínimo, grandes literatos, que servidor se ha leido y tenido que comentar formalmente. Llega la hora de encararme a ellos fuera del ámbito lectivo.
Las lecturas escogidas parecen estar marcadas por un mismo patrón, el amor. A fin de cuentas, Macrobio definía la novela como narraciones ficticias de carácter amoroso. Y todas, salvo las más modernas, La metamorfosis y El guardián entre el centeno, quizás debido al carácter renovador que imprime el siglo XX a sus manifestaciones artísticas, tiene como tema central el amor, conseguir ese anhelo que buscan los protagonistas y que no consiguen. El segundo patrón a definir estas lecturas es el de la tragedia y el drama, incluso en El Decamerón, aunque esté teñido de la jocosidad de Boccaccio.
Boccaccio; primer e interesante autor. Aunque solamente he podido disfrutar de la lectura de la IV jornada de El Decamerón, que trata los amores tristes, he de decir que su lectura, a pesar de lo anticuada que pueda estar, me ha gustado. Es mil veces mejor que La Celestina, y está un siglo por detrás de la obra de Fernando de Rojas. Boccaccio debía de ser un tío con el que sería agradable tomarse unas birras. Y lo digo sin ruborizarme ni temer que se revuelva en su tumba. En pleno siglo XIV, con la peste, Inquisición y las guerras santas, en medio además del Quattrocento italiano (¡volvemos a la Roma clásica!) se le ocurre al tío recoger una serie de disparatados relatos populares -y de motu propio- y darles vidilla. Relatos como el del cura que se viste de ángel para follar o del tonto que muere chupando un sapo -amén de la introducción genial de los gansos- despertará alguna sonrisa. Y para los amantes de lo escabroso y del humor negro también hay ciertos regalitos
No es el libro que te encuntres en las recomendaciones de lectura para este verano; pero el carácter fragmentario de la obra, diez jornadas a unos doce relatos por jornada, totalmente independientes, hacen que si uno o dos relatos caen en tus manos, merezcan la pena ser leídos.
De la renovación literaria medieval al teatro isabelino, donde William Shakespeare es su máximo representante. Su producción literaria es vastísima, se nota que comía del teatro. Nos hemos leído de él Romeo y Julieta, quizás una de sus obras más emblemáticas, la típica que todos conocemos por las series americanas que representan una y otra vez en las fiestas de fin de curso, donde el apocado protagonista hace de Romeo y la chica guapa hace de Julieta. Sí, esa.
La obra en sí es dinámica, rápida y con algunos chistes fálicos. Acaba como las mejores tragedias griegas, pero Shakespeare no recurre al deus ex machina, así que todo coherente. Una lectura rápida y relativamente fácil -relativamente- para ir de cultureta.
Un paseo de dos siglos y llegamos al Romanticismo, concretamente al Sturm und Drang. Los escritores están hasta las narices de lo que les rodea, el delirio ilustrado deja claro quer la razón no lo es todo y entonces se evaden. Aquí entra en escena Goethe con su Werther.
Werther es como el amigo enamoradizo que te chapa, habla, clama una y otra vez de su desamor. Escrita con un lirismo que personalmente que encanta, Werther es un librillo donde Werther -basado en el autor- le escribe cartas a un amigo -que debe de llegarle el correo al cuello- acerca de lo mal que se siente por sentirse rechazado por su amor platónico, Carlota.
Lo único que destacaría de la obra es su prosa, con fuertes matices líricos, y muy arcaizante; por supuesto que no recomendaría este libro como lectura relajante, y menos como lectura antidepresiva.
Depresivo fue también Dostoievsky, un tipo al quel a vida no le fue muy bien. Este ruso fue uno de los exponentes del Realismo ruso y precedentes del Existencialismo. En su producción literaria encontramos obras como Crimen y Castigo o Los hermanos Kamarazov, clásicos de la literatura mundial y rusa. Sin embargo, esto del Realismo es muy descriptivo, y sus obras ocupan páginas y páginas, por lo que nos leímos El jugador,, de apenas trescientas. El libro vuelve a tratar el tema del desamor y la ludopatía, a la vez que denuncia la hipocresía social.
He leído algo de realismo ruso (algo de Tólstoi, algo de Gógol, el propio Jugador y un poco de realismo soviético, ya en otra época) y he de decir que el libro es de lo más ameno dentro del género, escrito además en primera persona, algo que rompe con la tradicional 3ª persona/uso de la pasiva refleja.
Este libro es, desde luego, pieza prescindible dentro de la obra de Dostoievsky y de su género, pese a su carácter autobiográfico, teniendo mejores obras del Realismo y del autor.
Baudelaire viene a ser el bohemio del grupo de autores,si bien todos tienen su puntito de misoginia y rareza. Borracho y putero, sus poemas se los prohibieron en Francia y no lo comprendieron ni valoraron demasiado artísticamente. ¿Qué decir de unas poesías que leo traducidas? Preciosas metáforas y lenguaje bello y cuidado, porque de la rima no puedo hablar. Teniendo poetas tan buenos en España, no merece la pena leer traducciones sin rima de un disoluto francés.
Kafka era otro incomprendido. Una persona acomplejada que cargó contra su propia familia en su obra, La metamorfosis, donde Gregor se transforma en un misrable insecto debido a la presión familiar. Una obra curiosa, con una prosa sobria y sencilla -depende del traductor- que deja un regusto amargo, auqneu es su cometido. Nadie dijo que la vida fuese fácil, y Kafka no lo desmiente.
Al otro lado del charco, la vida tampoco es fácil. Y si no que se lo digan a Holden Cauldfield, protagonista de El Guardían entre el Centeno, un chico que lo expulsan del coelgio y decide pegarse la vidorra en Nueva York hasta que llegue el día de volver a casa. Salinger se pasa por las narices el concepto de prosa, y parece querer crear un monólogo interior entre el personaje y el lector, salpicando su historia de coloquialismos, vulgarismos y coletillas, haciendo que casi haya odiado esta lectura, sobre todo al principio. Recomendable para antiamericanos, gente que no quiera coplicarse la vida o quiera saber qué le vieron a esta lectura personajes como Mark David Chapman, Jonh Hinckley Jr o Robert Jonh Bardo -asesinos-, o el sistema educativo norteamericano, que lo tiene de lectura obligatoria.
Como veis, este año no he mandado a mis neuronas a unas vacaciones de fútbol y Tele5;
a estas lecturas añadidle de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura San Manuel bueno, mártir de Unamuno, Bodas de Sangre de Lorca, Los girasoles ciegos de Alberto Méndez y Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda; amén de la Antología de la Generación del 27 de Anaya y de Juan Ramón Jiménez, que parecen mirarme con gesto amenazante.
Y a pesar de todo, también leo por placer...

1 comentario:

Aaron dijo...

Ya lo decía el protagonista de "Alta fidelidad": "Me he leído La insoportable levedad del ser y El Amor en tiempos del cólera y los pude entender... trataban de mujeres, ¿no?".
Al final siempre andamos dando vueltas a lo mismo. Incluso en las dos novelas que citas del XX, aunque entonces sea el amor a uno mismo lo que se ha ido a tomar por saco.