jueves, 23 de septiembre de 2010

Intrépidos compradores 3

-Oh, venga ya, debes de explicarme lo que pasó en el dichoso viaje de estudios- dijo Luis, con tono tierno y comprensivo, como si pudiese ayudarle en su problema.-Has estado estos dos meses callado y aburrido.- Pablo había adelgazado, y durante una semana tras el misterioso suceso su cara había adquirido una tonalidad grisácea y enfermiza.- Deberías de contárselo a alguien.
Pablo miró a Luis con cara desesperada, como esperando enmienda por algún pecado. ¿Dbería de contárselo a alguien? Sería mejor callárselo y digerirlo com mejor pudiese, como hacía con todos los problemas de su vida. Pero aquel problema le era indigesto, imposible de soportar.
-¿Recuerdas aquella puñetera discoteca llena de rusos y “espaguetis”, donde solamente había estudiantes de erasmus borrachos y patanes?
-Si, nos lo pasamos bastante bien.
-¿Y sabes quién estaba probando los puñeteros espaguetis?- dijo iracundo.
-¿Servían espaguetis? Allí solo bebí vodka con limón...
-¡Corto! Nuria estaba probando “espaguetis”- repitió, con los ojos apunto de inundársele en lágrimas.
-¡Joder! Por eso cortasteis- Luis miraba un puzzle que acababa de resolver tras dos meses. Ahora
comprendía mejor el porqué de la ruptura de Pablo y Nuria.Su amigo había dicho que la relación pasaba por un mal momento, y había decidido dejarlo. Había pasado por un bache del tamaño de la Toscana.
-Si. ¿Porqué creisteis que había cortado?
-No sabíamos. Todo tiene que acabar alguna vez. De hecho había una porra. Perdí dos euros y...
-¡Sereis mamones!- Pablo retomaba el tono de broma que siempre reinaba en sus conversaciones. Lo cierto es que aquello no había resultado tan duro como pensaba, ni había sido tan solemene. Pero no se sentía mejor. Ahora sentía miedo, miedo a que la sociedad le tachase por cornudo. Le parecía que ahora saldría a la calle y se enredaría con los árboles, que la gente le diría y lo marcaría como a una res, y nunca mejor dicho.
-Bueno, ya lo sabes. Eres la primera persona que lo sabe en el puto planeta.
-Pablo...- dijo Luis- la pareja es cosa de dos, ¿sabes?
-Oh, eso ya lo se, imbécil. Si fuese de tres no me habría importado la “ayuda internacional”.
-No, no... es que las amigas de Nuria lo sabían y... es duro de decir... todo el colegio lo sabía, por ella y sus amigas.
-Joder...y yo con la cara de estúpido, haciendo el “aquí no ha pasado nada...” joder, joder.
-Una...pregunta- Luis trataba de ser delicado, pero en el fondo le embargaba una egoísta emoción que le encantaba: él no era el único que lo pasaba mal con el otro sexo. Decidió dejarle caer una pregunta con delicadeza, para ir preparando el terreno a una vital información que Pablo desconocía- ¿cuándo hablaste con ella?
-Al día siguiente, tras el desayuno en el hotel. ¿Y eso qué mas da?- Pablo veía banal el momento, lo grave y doloroso era el haber tenido que abandonar a quien que consideraba el mejor amor de su juventud.
-Pues... tu y Nuria...- Luis puso el tono de un niño chico que pregunta cosas escabrosas, y las estaba preguntando.
-No, jamás.
-Pues cuando hablaste con ella ya no era virgen. Ella y el italiano...
Pablo no pareció comprender el sentido de aquella frase. Embobado, miraba el suelo, aún reflexionando por los grandes cambios, que realmente no eran nada. Todo seguía igual en su vida, sus amigos seguían apoyándole y burlándose de él a sus espaldas, sus enemigos reían llamándolo “Vacca”, y Nuria seguía haciendo, lo que a él le parecía una cabalgata de insinuaciones y todo tipo de lascivias impropias de la mujer casta. Lo cierto es que un casto beso de despedida en las mejillas de un amigo, para Pablo era una insinuación de esta hacia el amigo para darle celos. Para Pablo todas las faldas de su exnovia eran cortas, todo el maquillaje era digno de una ramera, todos los escotes pronunciados. Pablo ya no la quería, al menos en el sentido de afecto de y cariño de la palabra: la quería para él, pero limpiarse sus heridas, no para darle ese cariño y afecto que denota la palabra amor. La quería como a una propiedad, que se viese su poderío, que él era más que ella.
Pero ya no podía ser, ya no podía tenerla, y quería verla fea y humillada, suplicante, postrada a sus pies, y que pudiese despreciarla como ella le había despreciado. Quería verla privada ya de todo cariño, y que viese que aquella acción había sido la más horrorosa de su vida. Quería que ella le odiase como él la odiaba, y él quería despreciarla como ella le había despreciado. Quería una onversión de las tornas, poder reírse de ella, con aires grandilocuentes, y poder decir “Nuria, esa puta...” mientras se reía con sus amigos y su nueva compañera. Pero no podía hacerlo, y se lamentaba de cada momento que no hacía eso. Su vida a los diecisete años consistía en comprar en verano calzoncillos una tarde de verano y ver la tele, solitario, mientras las parejas felices paseaban por la ciudad cojidos de la mano.

1 comentario:

Paco Bujalance dijo...

publicaste el final de la historia el día de mi cumpleaños XDXD