miércoles, 7 de marzo de 2012

Madame Bovary



La gente me pregunta porqué no leo novela actual. Quizás lleven razón y me esté perdiendo el fenómeno de  Juego de Tronos o todas las aventuras del capitán Alatriste. Pero teniendo clásicos, auténticas obras maestras de la talla de Madame Bovary, Guerra y Paz o Julio César  de Shakespeare, además a buen precio y perfectamente estudiadas en sus prólogos, no me queda más remedio que leerlas, buscando y corroborando si en realidad son tan buenas.
Madame Bovary, como dijo Vargas Llosa, tiene rebeldía, melodrama, violencia y sexo. Estos cuatro ingredientes son los elementos básicos de cualquier novela: una historia de amor y aventura. Pero Flaubert, gracias a su gran narrativa, a su parsimonia, a su genio, logra hilar estas cuatro hebras para hacer una pieza magnífica.
El argumento gira en torno a Emma Bovary, una insatisfecha burguesa que, tras leer en su juventud muchas novelas románticas, llega a querer sentir lo que sentían sus protagonistas. A pesar de la acomodada vida que le ofrece Charles, su abnegado marido, el cual la quiere, Emma comienza a tejer una segunda vida llena de infidelidad y lujuria que traerá consigo nefastas consecuencias.
La novela tiene un ritmo lento, parsimonioso, a pesar de no ser muy extensa (unas cuatrocientas páginas) y abarcar un período de varios años. Esto lo logra cambiando el ritmo varias veces, deteniéndose en ciertos puntos (como los comicios) o avanzando grandes períodos de tiempo en unos párrafos.
Es una novela eminentemente realista. Esto dibuja a unos personajes mediocres y burgueses en situaciones de novela romántica. La acción y el tiempo se desarrollan en la provincia de Ruán, al norte de Francia, en un ambiente puramente rural. De esta forma, el lector ve de forma patética los arrebatos amorosos de Bovary, que cree emular a las heroínas de sus novelas de juventud, o a Homais, el docto farmacéutico aquejado del delirio ilustrado. Es una novela donde lo ideal choca abruptamente contra la realidad; esto puede verse en cualquier momento de la obra. Tanto en los problemas económicos de los Bovary por los excesos románticos o como en los flirteos entre gallinas y hortalizas de los protagonistas, hay impedimentos para que la volátil y visceral Emma encuentre ese delirio amoroso que tanto anhela.
Si bien el principal tema de la novela es la insatisfacción y la infidelidad de Bovary, en la novela se tocan otros temas secundarios como la posición social, el eterno debate entre religión y ciencia o la propia medicina, muy presente en la obra.

Ya a título personal, creo que he tratado con una increíble novela que, pese a ser pesada a ratos, es magnífica y tiene una profundidad y un argumento colosal. Su lectura es fácil gracias a su estilo, sobrio y cuidado, en tercera persona. Tiene un marcado carácter psicológico, donde los personajes quedan perfectamente bien definidos ora por las conversaciones que mantienen entre ellos ora por la descripción narrativa.
Impotencia. Impotencia es lo que puede sentir un lector al leer cómo el clan de los Bovary sucumbe ante los caprichos de Emma. O quizás pena por Charles (Carlos en mi edición en un absurdo intento de castellanizar), o empatía por madame Bovary. El abanico de situaciones es amplísimo, y la lectura que se haga de la novela dependerá de nuestras experiencias vitales. Es una novela carente de maniqueísmos y juicios superficiales.
Por último, no puedo dejar de ver cierta "quijotización" en la novela. Así, mientras que Emma vuelve al mundo real poco antes del fin de la novela, el apacible Charles entra en un delirio de amor propio de su esposa, lo que llevará ya a la tragedia total. La corrupción se adueña de toda la novela en sus últimas páginas, dejando un panorama desolador ante el lector.
Una novela muy recomendable, con personalidad y estilo característicos que la han hecho encumbrarse al Olimpo de la literatura no sin falta de razón.